
Titannia o la dignidad
Dignidad.
Dignidad y orgullo no son lo mismo.
El orgullo se alimenta del miedo, la dignidad lo hace del amor
que se nutre del respeto a uno mismo.
Cuando uno se ama de verdad,
se respeta y se siente digno: siente en lo profundo de su ser
que no existe razón alguna por la cual deba agachar la cabeza
ante nadie y permitir que persona alguna pueda
erigirse en verdugo de su vida,
y maltratarlo física o psicológicamente.
La dignidad no deja espacio a la mendicidad.
Nadie que se respete a sí mismo mendiga nada,
pues sabe que todo existe ya en su alma.
Dignidad para retirarse a tiempo, antes de que
nos dejen el corazón malherido
o nos maten el alma
o enfermemos hasta desaparecer físicamente
en medio de un pozo de sufrimiento.
Dignidad para vivir nuestra vida siendo
reinas y reyes de nuestro reino vital...
Dignidad para saber callar a tiempo.
Dignidad para saber hablar usando las palabras apropiadas
y fomentando el respeto del alma.
Dignidad para saber estar a solas,
en compañía de la soledad del alma,
y no mendigar compañía ingrata
que envenena el corazón.
Dignidad para saber amar
a quien se merece el regalo de nuestro amor.
Dignidad para atrevernos a levantarnos
y volver a empezar cuantas veces sea necesario.
Dignidad para llevar con orgullo las heridas de guerra,
las heridas del alma.
Dignidad para sabernos princesas y príncipes
en un mundo materialista, que lo es
excepto cuando no lo es...
Hada nº1 / Cuentos de hadas para aprender a vivir
Rosetta Forner